La objetividad es un ideal compuesto de criterios que están en constante actualización y crítica por una comunidad científica. Ninguna crítica se admite hasta que no se llega a una convención prácticamente unánime. Estos criterios se usan para evaluar supuestos que responden preguntas y perfeccionarlos o descartarlos. Así avanza la ciencia en su búsqueda de exactitud y predictibilidad; en sus descripciones precisas del mundo.
Por otro lado, el arte en general y la literatura en particular plantean descripciones subjetivas que a su vez son reinterpretadas subjetivamente por cada receptor, es decir, cada lector. No hay convención ni siquiera entre el creador y su público. La conexión comunicativa entre ambas partes la conforman la materia con que se crea y sus posibilidades simbólicas en el contexto imaginario donde ocurre este intercambio, que tiene una perspectiva distinta según la individualidad de las partes que intervienen.
Aquí no hay ninguna oposición. Los supuestos que evalúa la ciencia no salen de la nada, sino que despiertan en gran medida en el desarrollo subjetivo de la creación y la apreciación del arte. Por eso,
1) para LaCriba es necesario que el artista se alimente de la divulgación científica actual, y nuestra casa está completamente abierta a la edición y la divulgación de textos producidos en instituciones universitarias e instancias académicas; sin embargo, habrá de considerarse que los textos se construyen con la elección subjetiva de palabras, y en nuestra casa no manifestamos preferencia por la redacción impersonal que simula así objetividad, pues ese recurso retórico no forma parte del método científico y no añade rigurosidad a los resultados de una investigación, sino que es una mera formalidad;
2) aunque los editores de LaCriba no desdeñan su propio gusto y se guían considerándolo (pues no hay tiempo para editarlo todo), rechazan criterios de apreciación artística que pretenden estar basados en algún tipo de objetividad o autoridad sobre lo que se supone que debe ser el arte; aceptarán publicar composiciones literarias de todos los géneros que se ajusten a ese gusto y no necesariamente a la corriente del mercado, que es una vigilancia (con su propia complejidad) de lo que se vende y lo que no se vende y a quién;
3) LaCriba desdeña valoraciones de obras dirigidas a calificarlas como "buenas" o como "malas"; en cambio, admite con agrado todas las valoraciones del público dirigidas a abrir conversaciones sobre los posibles elementos simbólicos de una composición; si hay alguna descripción en que pueda encajarse el gusto de los editores de LaCriba, ella sería la preferencia con base en la riqueza de símbolos, limitada por la ignorancia propia;
4) creemos que la conversación sobre esos elementos simbólicos no agota las posibilidades de lectura, sino que ensancha las posibilidades de interpretación; como editorial nos proponemos colaborar en
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