"No leíste bien" es un insulto rápido como un mosquito, pero más común hoy que antes. "Revisa tu comprensión lectora" dicen con menosprecio, como si la lectura fuera una cosa tan fácil, para empezar. Ya antes de la ruptura neoliberal de las actividades económicas leer era difícil. Ya antes de que las lucecitas de las pantallas destruyeran el caos uniforme de una caja de texto ninguna garantía lo defendía a usted de los pensamientos traicioneros y los ruidillos de la casa que tiraban las comas. Leer costaba. Admitirlo resultaba aún más caro. Porque siempre está allí el humanoide malicioso que quiere parecer más alto arriba de ti.
Realmente no leí bien. Pero tú tampoco lo hiciste. Saltaste varias palabras con el frenesí de las pantallas y de los anuncios publicitarios. Allí un meme te exigía que brincaras al siguiente asunto. La economía de tipografías sin patines con poco interlineado, los callejones naturales del post, todo jugaba en tu contra.
Lo que alcanzaste a ver lo acomodaste a tu rabia. No leíste bien. No pensábamos igual, pero nos aguantábamos. Somos enemigos ahora que nos leímos mal algo que de por sí estaba mal escrito.
La próxima vez que alguien le diga que internet está destruyendo la democracia no piense usted en cajas de resonancia. Ésas ya existían, incluso aunque no fueran tan rápidas. Piense usted más bien en cuánto padece la lectura con esta velocidad con que tiramos palabras.
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